El libro de las tierras vírgenes

Canción de los Bandar-log al ponerse en camino.

¡Hénos aquí como un festón flotante
lanzado hacia la luna que le envidia!
¿No quisiérais ser uno de los nuestros?
¡Tener más de dos manos! ¡Qué delicia!
¿No envidiáis esta cola que parece
un arco, el de Cupido? ¿Os gustaría?
Consolaos, hermanos:
en vuestra espalda el rabo se adivina
.

¡Hénos aquí, sobre el ramaje quietos,
bellezas meditando, en largas filas;
soñando en grandes cosas, que al instante
veréis en realidades convertidas;
algo que ha de ser noble, y grande, y bueno...
que sólo con quererlo se conquista.
¡Ya veréis!... Más, hermanos,
en vuestra espalda el rabo se adivina
.

Cuantas voces de fieras ó de aves,
ó bien de los murciélagos que chillan
(de animales de escamas, pluma ó pelo)
hayamos escuchado en nuestra vida,
mezclémoslas, digámoslas cien veces
en rápida y confusa algarabía.
¡Magnífico, excelente! Procedemos
como los hombres, al hablar, harían.
¿No lo somos?... Hermanos,
en vuestra espalda el rabo se adivina
.

Del Pueblo de los Monos
usanzas éstas son, y ésta es la vida.

¡Venid entre los pinos, buscad la uva silvestre,
venid, pues, con nosotros, formad en nuestras filas:
notad, al despertarnos, el ruido que metemos
y no dudéis que vamos á hacer cosas magníficas.