El libro de las tierras vírgenes

Canción de los animales del campamento al reunirse en la parada

Los elefantes que arrastran los cañones

Un Hércules hicimos de Alejandro
con nuestra habilidad, con nuestra fuerza;
desde entonces, al yugo sometidos,
no levantamos, libres, la cabeza.
¡Paso! ¡Dejadles paso á los cañones,
á los grandes cañones de cuarenta!

Los bueyes

Esos héroes de arreos ostentosos
ante una bala de cañón ¡bien tiemblan!
¡Son demasiado sabios! Á nosotros
nos toca entrar entonces en escena...
¡Paso! ¡Dejad que pasen las diez yuntas
de los grandes cañones de cuarenta!

Los caballos

¡Por la señal que el hierro nos dejara
que la marcha mejor es esta nuestra,
la de húsares, dragones y lanceros,
la de Bonnie Dundee, que tan bien suena!

Dadnos pienso, domadnos y pulidnos,
dadnos buenos ginetes y ancha tierra,
tocad Bonnie Dundee... y allá volando
van nuestros escuadrones en hileras.

Los mulos de las baterías de montaña

Al ir subiendo montaña arriba
por el atajo lleno de piedras
bien forcejeamos; pero ¡no importa!
¡Subir! ¡Qué gozo! ¡Nos sobran piernas!

Bendito, entonces, cada sargento
que á gusto y solos marchar nos deja,
maldito el torpe que no ha sabido
la carga atarnos, que á un lado cuelga.

Porque nosotros por las montañas
mejor subimos que otro cualquiera:
las altas cumbres ¡oh! ¡qué delicia!
para ganarlas nos sobran piernas.

Los camellos

Nosotros no tenemos
canción que llamar nuestra
podamos y en la marcha
á reanimarnos venga,
mas hacen nuestros cuellos
de trompas y ¡bien suenan!
¡Ra-ta-ta-ta-! Marchando
nuestra canción es ésta:

¡Sí! ¡No! ¡Sí! ¡No! ¡No quiero!
¡Sí! ¡No! No puedo ¡ea!
Que toda nuestra fila
repítalo con fuerza.

Cayó de uno la carga
(¡así la mía fuera!)
Parémonos gritando:
¡Urr! ¡Yarr!... Á alguien golpean.

Todos los animales juntos

Los hijos del campamento
somos todos: los que llevan
el yugo, basto ó arreos,
los que ante la aijada tiemblan.

¡Mirad sobre la llanura
nuestra fila que semeja
una maniota doblada
que barre el suelo en que rueda!

Entre tanto, polvorientos,
callados, á nuestra vera
van los hombres... y no hay nadie
que por qué marchamos sepa.

Los hijos del campamento
somos todos: los que llevan
el yugo, basto ó arreos,
los que ante la aijada tiemblan.

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