Siva y el saltamontes
(Canción que la madre de Toomai le cantaba á su hijo menor.)
Siva, que manda al hombre las cosechas,
y hace que sople el viento,
sentado en el umbral de un claro día,
ha de ello mucho tiempo,
repartió su porción, á cada uno,
de pan, trabajo y duelos,
desde el Rey, que en el guddee se reclina,
al pobre pordiosero.
Hízolo todo Siva, el que proteje,
sí, todo ¡Mahadeo!
dió el espino al camello, al buey forraje,
y á tí, mi niño, por cojín mi pecho.
Al rico dióle trigo, mijo al pobre;
al santón que pidiendo
de puerta en puerta va, dióle mendrugos;
reses al tigre hambriento,
carroña dió al milano, y á los lobos
que van rondando fieros
en torno á los poblados, por la noche,
dióles trapos y huesos.
Á todo atendió él, de lo más alto
hasta lo más pequeño;
pero Parbati, su mujer, burlarle
quiso como por juego,
en tan diversas cosas ocupado
al gran esposo viendo,
y así robando al dios un saltamontes
escondiólo en su pecho.
Tal hizo su mujer á Siva, el Grande,
¡Mahadeo! ¡Mahadeo!
¡Tratárase de un buey!... Mas, hijo mío,
no se trataba más que de un insecto.
Terminado el reparto, sonriente
dijo ella á su dueño:
—¿De entre un millón de bocas no habrá una,
Señor, sin alimento?
Ni una, dijo Siva, ni siquiera,
añadió sonriendo,
la diminuta que ocultaste, ha poco,
aquí, junto á tu pecho.
Sacó entonces Parbati, la ladrona,
el escondido insecto
y vió que hasta él comía verde hojuela
nacida aquel momento.
Viólo asombrada, y á los pies de Siva
temblorosa cayendo,
rezó al dios que, en verdad, á cuanto existe
dió apropiado sustento.
Hízolo todo Siva, el que protege,
sí, todo... ¡Mahadeo!
dió el espino al camello, al buey forraje,
y á tí, mi niño, por cojín mi pecho.
