Las cien mejores poesías (lí­ricas) de la lengua castellana

DON ANTONIO MIRA DE MESCUA

61. Canción

Ufano, alegre, altivo, enamorado,

Rompiendo el aire el pardo jilguerillo,

Se sentó en los pimpollos de una haya,

Y con su pico de marfil nevado

De su pechuelo blanco y amarillo

La pluma concertó pajiza y baya;

Y celoso se ensaya

A discantar en alto contrapunto

Sus celos y amor junto,

Y al ramillo, y al prado y a las flores

Libre y ufano cuenta sus amores.

Mas ¡ay! que en este estado

El cazador cruel, de astucia armado,

Escondido le acecha,

Y al tierno corazón aguda flecha

Tira con mano esquiva

Y envuelto en sangre en tierra lo derriba.

¡Ay, vida mal lograda,

Retrato de mi suerte desdichada!

De la custodia del amor materno

El corderillo juguetón se aleja,

Enamorado de la yerba y flores,

Y por la libertad del pasto tierno

El cándido licor olvida y deja

Por quien hizo a su madre mil amores:

Sin conocer temores,

De la florida primavera bella

El vario manto huella

Con retozos y brincos licenciosos,

Y pace tallos tiernos y sabrosos.

Mas ¡ay! que en un otero

Dio en la boca de un lobo carnicero,

Que en partes diferentes

Lo dividió con sus voraces dientes,

Y a convertirse vino

En purpúreo el dorado vellocino.

¡Oh inocencia ofendida,

Breve bien, caro pasto, corta vida!

Rica con sus penachos y copetes,

Ufana y loca, con ligero vuelo

Se remonta la garza a las estrellas,

Y, puliendo sus negros martinetes,

Procura ser allá cerca del cielo

La reina sola de las aves bellas:

Y por ser ella de ellas

La que más altanera se remonta,

Ya se encubre y trasmonta

A los ojos del lince más atentos

Y se contempla reina de los vientos.

Mas ¡ay! que en la alta nube

El águila la vio y al cielo sube,

Donde con pico y garra

El pecho candidísimo desgarra

Del bello airón que quiso

Volar tan alto con tan corto aviso.

¡Ay, pájaro altanero,

Retrato de mi suerte verdadero!

Al son de las belísonas trompetas

Y al retumbar del sonoroso parche,

Formó escuadrón el capitán gallardo;

Con relinchos, bufidos y corvetas

Pidió el caballo que la gente marche

Trocando en paso presuroso el tardo:

Sonó el clarín bastardo

La esperada señal de arremetida,

Y en batalla rompida,

Teniendo cierta de vencer la gloria,

Oyó a su gente que cantó victoria.

Mas ¡ay! que el desconcierto

Del capitán bisoño y poco experto,

Por no observar el orden

Causó en su gente general desorden,

Y, la ocasión perdida,

El vencedor perdió victoria y vida.

¡Ay, fortuna voltaria,

En mis prósperos fines siempre varia!

Al cristalino y mudo lisonjero

La bella dama en su beldad se goza,

Contemplándose Venus en la tierra,

Y al más rebelde corazón de acero

Con su vista enternece y alboroza,

Y es de las libertades dulce guerra:

El desamor destierra

De donde pone sus divinos ojos,

Y de ellos son despojos

Los purísimos castos de Diana,

Y en su belleza se contempla ufana.

Mas ¡ay! que un accidente,

Apenas puso el pulso intercadente,

Cuando cubrió de manchas,

Cárdenas ronchas y viruelas anchas

El bello rostro hermoso

Y lo trocó en horrible y asqueroso.

¡Ay, beldad malograda,

Muerta luz, turbio sol y flor pisada!

Sobre frágiles leños, que con alas

De lienzo débil de la mar son carros,

El mercader surcó sus claras olas:

Llegó a la India, y, rico de bengalas,

Perlas, aromas, nácares bizarros,

Volvió a ver las riberas españolas.

Tremoló banderolas,

Flámulas, estandartes, gallardetes:

Dio premio a los grumetes

Por haber descubierto

De la querida patria el dulce puerto.

Mas ¡ay! que estaba ignoto

A la experiencia y ciencia del piloto

En la barra un peñasco,

Donde, tocando de la nave el casco,

Dio a fondo, hechos mil piezas,

Mercader, esperanzas y riquezas.

¡Pobre bajel, figura

Del que anegó mi próspera ventura!

Mi pensamiento con ligero vuelo

Ufano, alegre, altivo, enamorado,

Sin conocer temores la memoria,

Se remontó, señora, hasta tu cielo,

Y contrastando tu desdén airado,

Triunfó mi amor, captó mi fe victoria;

Y en la sublime gloria

De esa beldad se contempló mi alma,

Y el mar de amor sin calma

Mi navecilla con su viento en popa

Llevaba navegando a toda ropa.

Mas ¡ay! que mi contento

Fue el pajarillo y corderillo exento,

Fue la garza altanera,

Fue el capitán que la victoria espera,

Fue la Venus del mundo,

Fue la nave del piélago profundo;

Pues por diversos modos

Todos los males padecí de todos.

Canción, ve a la coluna

Que sustentó mi próspera fortuna,

Y verás que si entonces

Te pareció de mármoles y bronces,

Hoy es mujer; y en suma

Breve bien, fácil viento, leve espuma.