Las cien mejores poesías (lí­ricas) de la lengua castellana

DON GABRIEL GARCÍA TASSARA

85. Himno al Mesías

Baja otra vez al mundo,

¡Baja otra vez, Mesías!

De nuevo son los días

De tu alta vocación;

Y en su dolor profundo

La humanidad entera

El nuevo oriente espera

De un sol de redención.

Corrieron veinte edades

Desde el supremo día

Que en esa cruz te vía

Morir Jerusalén;

Y nuevas tempestades

Surgieron y bramaron,

De aquellas que asolaron

El primitivo Edén.

De aquellas que le ocultan

Al hombre su camino

Con ciego torbellino

De culpa y expiación;

De aquellas que sepultan

En hondos cautiverios

Cadáveres de imperios

Que fueron y no son.

Sereno está en la esfera

El sol del firmamento:

La tierra en su cimiento

Inconmovible está:

La blanca primavera

Con su gentil abrazo

Fecunda el gran regazo

Que flor y fruto da.

Mas ¡ay! que de las almas

El sol yace eclipsado:

Mas ¡ay! que ha vacilado

El polo de la fe;

Mas ¡ay! que ya tus palmas

Se vuelven al desierto:

No crecen, no, en el huerto

Del que tu pueblo fue.

Tiniebla es ya la Europa:

Ella agotó la ciencia,

Maldijo su creencia,

Se apacentó con hiel;

Y rota ya la copa

En que su fe bebía,

Se alzaba y te decía:

¡Señor! yo soy Luzbel.

Mas ¡ay! que contra el cielo

No tiene el hombre rayo,

Y en súbito desmayo

Cayó de ayer a hoy;

Y en son de desconsuelo,

en llanto de impotencia,

Hoy clama en tu presencia:

Señor, tu pueblo soy.

No es, no, la Roma atea

Que entre aras derrocadas

Despide a carcajadas

Los dioses que se van:

Es la que, humilde rea,

Baja a las catacumbas,

Y palpa entre las tumbas

Los tiempos que vendrán.

Todo, Señor, diciendo

Está los grandes días

De luto y agonías,

De muerte y orfandad;

Que, del pecado horrendo

Envuelta en el sudario,

Pasa por un Calvario

La ciega humanidad.

Baja ¡oh Señor! no en vano

Siglos y siglos vuelan;

Los siglos nos revelan

Con misteriosa luz

El infinito arcano

Y la virtud que encierra,

Trono de cielo y tierra

Tu sacrosanta cruz.

Toda la historia humana

¡Señor! está en tu nombre;

Tú fuiste Dios del hombre,

Dios de la humanidad.

Tu sangre soberana

Es su Calvario eterno:

Tu triunfo del infierno

Es su inmortalidad.

¿Quién dijo, Dios clemente,

Que tú no volverías,

Y a horribles gemonías,

Y a eterna perdición,

Condena a esta doliente

Raza del ser humano

Que espera de tu mano

Su nueva salvación?

Sí, tú vendrás. Vencidos

Serán con nuevo ejemplo

Los que del santo templo

Apartan a tu grey.

Vendrás y confundidos

Caerán con los ateos

Los nuevos fariseos

De la caduca ley.

¿Quién sabe si ahora mismo

Entre alaridos tantos

De tus profetas santos

La voz no suena ya?

Ven, saca del abismo

A un pueblo moribundo;

Luzbel ha vuelto al mundo

Y Dios ¿no volverá?

¡Señor! En tus juicios

La comprensión se abisma;

Mas es siempre la misma

Del Gólgota la voz.

Fatídicos auspicios

Resonarán en vano;

No es el destino humano

La humanidad sin Dios.

Ya pasarán los siglos

De la tremenda prueba;

¡Ya nacerás, luz nueva

De la futura edad!

Ya huiréis ¡negros vestiglos

De los antiguos días!

Ya volverás ¡Mesías!

En gloria y majestad.